Fue hace muy poco tiempo que escuche al numerólogo Alejandro Ayun hablar de que quienes nacimos un día 20 somos fruto de un parto complicado y por lo mismo se dice que vamos siempre acompañados de la muerte.
En mi caso eso es verdad, si bien no fue un nacimiento terrorífico, fue complejo según me contaron.
Y también es cierto lo segundo,
Podría atribuirlo también a otras razones, como que durante mi pubertad y adolescencia fallecieron siete familiares cercanos.
O el desapego forzoso de ciertos juguetes que mis padres suponían no me eran necesarios cada tanto.
Vivir de la mano con la muerte me daba una sensación de urgencia, de que si no me apuraba en forjar lazos, decir "lo necesario" no habría otra oportunidad.
Me empujó a decidir antes de tiempo, a decir que si mas de lo debido, a aferrarme a cosas y personas.
Y no aprendí en esos días sobre fe o destino; tampoco escuche acerca de un plan maestro o de una estructura de ritmo para guionizar mi vida.
Me mantuve en la vorágine de tropiezos hasta que la vida - un poco mas tarde - me fue regalando pausas.
Ahora a veces la tomo en cuenta y puedo disfrutar del paisaje.
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